Como un árbol milenario, La Rambla hunde sus raíces al norte de la población, en el yacimiento calcolítico de «La Minilla», donde cuatro mil años atrás fue forjado el cobre, y la arcilla modelada, decorada y cocida al fuego se transformó en los vasos campaniformes que constituyeron parte del ajuar funerario de una tumba, hoy desaparecida.
Pero la savia permanece, y sigue extrayendo de las margas y los suelos arcillosos el sustento que reverdece los Jardines de Andalucía, para elevarse y conformar el robusto tronco de la antigua muralla, que se yergue airosa protegiendo la torre del homenaje del castillo almohade, habitación de reyes cuando se preparaba el asalto definitivo a la Granada nazarí, residencia del Gran Capitán
Desde la antigüedad, el barro arcilloso de La Rambla ha formado parte de su historia viva. Y es que «..la labor del barro formando alcarrazas y otros vasos de varias trazas, cortes y figuras que por razón de lo fino de la greda y lo curioso del arte se hacen apreciables en todas las partes donde se conducen y presentan» (Manuscrito, 1628)
La localidad alcanzó un lugar destacado a finales de los siglos bajomedievales por ser uno de los centros agrícolas más importantes de la Campiña y por su privilegiada ubicación. Allí se hospedaban los reyes castellanos en sus viajes a las fronteras del reino, ya que era paso obligado entre la zona cristiana y el reino nazarí de Granada.
La Rambla estuvo sujeta a la jurisdicción de Córdoba desde que fue conquistada por Fernando III, en el siglo XIII, hasta 1647, cuando Felipe IV permitió el nombramiento de alcalde Mayor. Pero cinco años después el monarca entregó al Conde Duque de Olivares la jurisdicción de la ciudad, que pasó posteriormente a los Marqueses de Almodóvar.
La Rambla vivió su principal acontecimiento histórico en 1521, tanto por su relevancia como por su singularidad. La ciudad acogió la primera asamblea de las ciudades anticomuneras de Andalucía, que proclamaron su lealtad al emperador Carlos I.
En esa época la región estaba amenazada por las incursiones marítimas de los turcos, que intentaban restablecer el reino musulmán de Granada. Y creían que la merma del poder imperial acarrearía consecuencias negativas para la integridad del territorio.
La alfarería rambleña no tiene un origen determinado en el tiempo, aunque ya en la prehistoria, los antiguos pobladores cultivaban el oficio. Los «vasos campaniformes» encontrados en el yacimiento de «La Minilla» así lo demuestran, con un antigüedad de más de cuatro milenios.
La gran diversidad de alfarerías y sus obras que ofrece la localidad es inmensa: desde lo que hemos denominado alfarería tradicional de La Rambla, hasta todos los accesorios de jardinería imaginables, pasando por menaje de cocina, útiles de cuarto de baño, complementos para la construcción, azulejos decorados, elementos para iluminación, productos con reminiscencias árabes, califales o andalusíes, calados marroquíes, nuevos estilos vanguardistas y de diseño…
Un sinfín de artículos, con una asombrosa variedad de estilos en las decoraciones, que en definitiva componen el mosaico de colores y formas que es hoy en día la cerámica rambleña, y que sin duda consolida a esta localidad como uno de los referentes obligados en lo que concierne a producción de cerámica en Andalucía y España.
Sin embargo, La Rambla ofrece mucho más.
Conquistada por Fernando III Santo, ofrece interesantes muestras de su esplendor medieval y de arquitectura religiosa, como el Torreón del Castillo (actual Museo de la Cerámica), Iglesia del Espíritu Santo o la Iglesia del Convento de la Santísima Trinidad. Sus esbeltas torres, como la Torre de las Monjas, recientemente restaurada, rompen la sinuosidad del paisaje campiñés.
Dentro del arte religioso, La Rambla cuenta con una rica imaginería. La talla que aúna mayor fama y devoción es la imagen de Jesús Nazareno, obra de Juan de Mesa (1622). En la ciudad también pueden verse casas señoriales de lujosas fachadas, la mayoría del siglo XVIII. Entre ellas se encuentra el actual Ayuntamiento.
La Rambla es un destino ideal para el turismo de naturaleza por su biodiversidad ambiental, la riqueza de sus cultivos y el conjunto de Espacios Naturales Protegidos que atesora la Campiña.
Estos espacios cuentan con centros de visitantes, zonas recreativas, observatorios, senderos y otras infraestructuras de uso público.
En conclusión, La Rambla con la cerámica como eje principal, se acompaña de un entorno fantástico que le obsequia su posición, donde los olivos rodean la localidad como si de su decoración se tratase. Lo que permite una gastronomía de primer nivel, unas industrias en auge y una notoriedad elegante.
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